En primavera todo florece, hasta las patatas. Pero ojo, estos brotes son traicioneros… ¿Alguna vez has abierto la despensa y te has encontrado con ese espectáculo que supone los brotes en las patatas? No sabemos si describirlo como un bello signo de naturaleza viva, o como un gesto rebelde y desmelenado de la patata. En cualquier caso, estos “brotes patataeros” tienen una explicación que te dirán si debes o no comer la patata en cuestión.
Estos brotes que germinan en las patatas más antiguas de nuestra despensa son aquellos de los que luego, en la naturaleza, saldría una nueva planta. En nuestra cocina nacen a consecuencia del calor de la casa, acelerandose este proceso si están expuestos a la luz.
Si la patata está arrugada y blanda, significa que está aportando a los brotes los nutrientes necesarios para crecer, por lo que cuando la encontramos con ese aspecto ya no es apta para el consumo. No obstante, cuando la patata aún teniendo brotes, se mantiene firme y lisa, eso quiere decir que todavía mantiene sus nutrientes naturales y que por lo tanto se puede ingerir retirando los brotes y la parte afectada.
¿Y si además los brotes están verdes?
Si a los brotes se le suma un sospechoso color verdoso, significa que la luz ha provocado ciertas reacciones fisiológicas dentro de la patata, como la producción de clorofila, la responsable de ese color verde, algo que no es dañino para el organismo.
Entonces, ¿dónde está el problema?
Bien, el problema es que la luz y el calor también desencadenan la producción de solanina, un químico presente de forma natural en la patata, pero que si se ingiere en grandes cantidades puede causar intoxicación en los humanos. Esto es infrecuente, pero es aconsejable no utilizar aquellas patatas con un color muy verdoso, o retirar esas zonas antes de cocinarlas.
Moreleja: usa el sentido común antes de utilizar estas patatas rebeldes, y ante la duda, mejor desecharla.